Carine Tardieu • Director de L’Attachement
"Una vez se ha llegado a ciertos niveles de apego, no hay vuelta atrás"
por Fabien Lemercier
- VENECIA 2024: Carine Tardieu explica la intrincada historia de su película, sobre los lazos familiares que van más allá de la sangre y el efecto del paso del tiempo
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ficha de la película], que ha sido presentado en la 81.ª edición de la sección Orizzonti del Festival de Venecia, es el quinto largometraje de la directora francesa Carine Tardieu.
Cineuropa: ¿Qué te impulsó a querer adaptar L'Intimité, la novela de Alice Ferney?
Carine Tardieu: La descubrí por casualidad, porque me la envió su editor. Lo primero que sentí cuando la leí por primera vez fue confusión, porque me gustó mucho cómo empezaba el libro, con aquel encuentro entre una mujer bibliotecaria y un hombre afligido. Sin embargo, la novela tomaba luego una dirección totalmente distinta, y básicamente perdía de vista al personaje principal, Sandra, para introducir a un nuevo personaje que no me llamaba tanto la atención. Así que dejé de lado la novela hasta que un día, por casualidad, Fanny Ardant, con la que estaba trabajando en un proyecto, pasó por casa y, al ver el libro sobre mi mesa, me dijo: “Creo que hay una película para ti en esta historia”. Así que decidí volver a leer el libro con el fin de comprender por qué me había conmovido, y lo hice centrándome en lo que me había gustado, el personaje de Sandra, y olvidando en general la segunda parte del libro.
¿Y por qué la estructura de 12 capítulos que abarcan dos años?
La idea de dividir la película en función de la edad de la pequeña Lucille, que evoluciona al ritmo de la historia, se me ocurrió al ver Madres paralelas [+lee también:
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ficha de la película], de Pedro Almodóvar, puesto que sus elipsis hacen avanzar una historia que también explora los lazos familiares y pone en tensión las relaciones entre los personajes, lo cual me gustó mucho. La película también consiguió pasar de un momento a otro de la historia de los personajes, dejando de lado otros momentos que pasé por alto. También me he dado cuenta, desde que soy madre, de que el tiempo pasa mucho más deprisa viendo crecer a nuestros hijos que cuando no tenemos hijos, y es que cada acontecimiento en la vida del niño (los primeros pasos, los primeros dientes, las primeras palabras, etc.) da una sensación de progreso y también de la irreversibilidad del paso del tiempo. Sentí que esto daba a mi película el impulso que necesitaba, porque esta irreversibilidad constituye un reflejo de la fuerza del vínculo entre Sandra (Valeria Bruni Tedeschi) y la familia con la que conecta. Una vez superado cierto nivel de apego, no hay vuelta atrás. Además, como el nacimiento de esta niña coincide con la muerte de su madre, también marca las etapas del duelo por las que tiene que pasar el personaje de Alex (Pio Marmaï).
¿Crees que el apego y el amor van siempre de la mano?
Tengo la sensación de que el apego es un camino que potencialmente lleva al amor. Estudié psicología hace mucho tiempo y me acordé de John Bowlby, que publicó numerosos estudios en torno al apego y los niños pequeños. Según él, la primera persona a la que se apega un recién nacido, casi siempre su madre, es sobre todo por necesidad vital. Por instinto de supervivencia, se apega a la persona que le cuida y le da de comer. Luego vienen el amor y el afecto. Mi intención era reflejar esto en la relación que Sandra, Alex y el pequeño Elliot (César Botti) crean entre ellos. El apego de Elliot a Sandra es vital al principio, ya que se encuentra solo, con un padre poco estable (Raphaël Quenard) y Alex, un padrastro que está presente pero atrapado en su propio dolor. Elliot se encariña con Sandra, que lo tiene todo para no ser una buena madre, porque no parece tener el menor interés por los niños. Y para Elliot, encariñarse con Sandra es también una forma de no traicionar a su propia madre, a la que amaba y ya no está. En cuanto a Sandra, se apega a ellos por impulso, porque se da cuenta de que realmente la necesitan. Su relación se construye entonces sobre la realidad de sus personalidades, con un niño pequeño que resulta especialmente entrañable para Sandra porque tiene don de gentes y es divertido e inusual. Pero como Sandra le dice a Alex en un momento dado: “Yo solo soy la que estaba allí en ese momento”. Y no se equivoca, porque necesitaban a alguien y ella fue el primer puerto en la tormenta.
¿Cuáles eran tus principales intenciones en lo que respecta a la puesta en escena de la película?
Cuanto más tiempo pasa, más aspiro a hacer películas lo más sencillas posible. Una de mis inspiraciones es Claude Sautet, cuyo cine parece muy sencillo (consiste básicamente en planos y contraplanos, así como algunos planos generales), pero en realidad es increíblemente detallado. A la hora de hacer mi película, volví a ver sus películas, así como las de Noah Baumbach y las de otros que parecen adoptar un enfoque más desenfadado de la puesta en escena. Por ejemplo, en L’Attachement, no hay planos de seguimiento, salvo uno muy pequeño. Utilizamos una cámara en mano —aunque no se mueve en todas direcciones— con distancias focales que no son extremadamente largas para poder estar con los actores. En cierto modo, yo también quería que la cámara estuviera unida a esta familia, que estuviera con ellos. Y aunque soy de las directoras que quieren tenerlo todo controlado y suelo respetar el texto, como estaba rodando con un niño de seis años y con bebés, el rodaje requería cierto grado de desenfado y flexibilidad. De lo que me di cuenta en la fase de montaje, y en lo que no había pensado hasta entonces, es que la película es mucho más musical de lo que había imaginado.
(Traducción del francés)
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